Más allá del cemento, de las estructuras de fierro, de los muros de contención de este edificio, me interesó indagar en el espíritu que animó e impulsó esta construcción, un edificio emblemático. De su historia me conmovió la pasión que le dio forma, como parte de un ideario que promovía el desarrollo humano y los derechos fundamentales,... posteriormente vulnerados, en largos años de oscuridad y terror.
La torre vive es la primera instalación de una serie de varias intervenciones que cruzarán la ciudad de Santiago, en todos sus puntos cardinales, me refiero a Intersubjetividad Urbana, que se basa en una reflexión crítica sobre la relación que establecemos con los lugares que habitamos, en los lugares que trabajamos, en los que convivimos y en los que amamos. Los lugares definen nuestra forma de accionar y de pensar, en los lugares también se instaura el control de los cuerpos.
La torre vive rescata la memoria colectiva, le da vida a un espacio que está vacío y desperdiciado, inaugurando así otra biografía arquitéctonica de este inmueble, que está latiendo en sus pasillos, en sus salas.
La torre vive es un poema visual sobre la existencia, reflejada aquí en decenas de cosas, que pertenecieron a personas presentes y ausentes.
Esta instalación habla de la diversidad en todos sus sentidos, además suspende la materialidad, así como los éxodos contemporáneos suspenden los destinos de tantos seres humanos a lo largo y ancho del planeta.
Esta instalación cuestiona, sacrifica a la materia, se pregunta también qué somos a través de los objetos que rodean nuestros pasos?
La Torre vive, expone los objetos de la vida cotidiana para apropiarse de este espacio, crea una pátina de formas en la fachada del edificio para habitarlo desde el arte, con lo pequeño de cada día.