Requiem ad Calamitaten (Réquiem por la catástrofe)

2025
Museo de Bellas Artes, Santiago, Chile

En el marco de la exposición: “Janet Toro. Intimidad radical. Desbordamientos y gestos”, curada por Cecilia Fajardo-Hill

Production Pamela Fuentes, Alejandra Rivera
Asistencia en el montaje: Adrián Gutierrez, Marcelo Céspedes, Mario Silva

Un réquiem por el desastre, un réquiem por la limpieza étnica, un réquiem por las/los infantes lívidos, atravesados por bombas en las calles de Gaza, desde la geopolítica de la barbarie y la crueldad, en el atlas del colonialismo sionista contemporáneo. Matemática fúnebre del poder imperialista mundial, seducidos por las riquezas territoriales, las reservas minerales y la bacanal del asesinato con sus condecoraciones.

Observamos la catástrofe a diario en las pantallas que nos transmiten imágenes atroces. Podemos apagar los dispositivos, pero ellas, ellos en Medio Oriente no pueden apagar la maquinaria armamentista, no pueden apagar los bulldozer blindados que atraviesan sus viviendas, el asedio de helicópteros de combate que disparan desde el firmamento su odio militarista, escuelas destruidas llenas de residuos, bloqueo de la ayuda humanitaria, plantaciones destruidas, alimentos despedazados, los batallones sionistas fracturando los hospitales, distorsionando cuerpos, Cimentando así la ruta de la dominación, brota la asfixia, la exclusión en el gueto de hierro que niega la luz solar.

El hogar, el paisaje han cambiado tajantemente, ruinas y escombros son ahora el cobijo.

El genocidio, es un desgarro interminable. No encuentro frases oportunas que alcancen a expresar el dolor en la observación del exterminio, la impotencia frente a la ocupación ilegal, la segregación, los desplazamientos forzosos, la separación filial, la ciudad segmentada, el encierro, las trampas mortales en las calles, el control.

El escarnio no tiene fin, las atrocidades se multiplican en Palestina ocupada. No podemos callar cuando cerca de 60.000 personas han sido aniquiladas, otras miles están lesionadas y otras miles siguen desaparecidas debajo del derrumbe. "Y uno de cada cuatro niñes menores de 5 años en Gaza sufre la inanición" (Médicos Sin Fronteras). El hambre utilizada como arma de guerra. Cuerpos desnutridos caen en las calles, madres hambrientas y sus lactantes desfallecen, mientras el bloqueo justifica el aniquilamiento.

La vida de un recién nacido y de su madre deberían ser sagradas, pero en medio de la masacre, son banales, nada importa a los fascistas. Arrasar con todo, con la vida misma de un pueblo entero, ese es el objetivo.

El padecimiento va más allá del infinito. Las niñas y los niños han sido desflorados por miles de explosivos perversos. La destrucción infiltra todo, las tinieblas transitan por la piel, y los cuerpos se descomponen, atropellados por algoritmos fatídicos.

Laceradas las almas en un cielo que se quema, sin dios, sin ley, cuerpos contraídos, rotos por la invasión sistemática. Bocas enmudecidas por las ordenes autoritarias, ojos cegados, seres triturados por la glorificación psicótica de la guerra.

Miles vagan rumbo al paredón del éxodo. Miles huyen del terror de los colonizadores, a miles les han robado el agua, la tierra, sus casas, sus jardines, sus iglesias, sus libros, sus ollas, sus reliquias.

Corazones que estallan en las ecuaciones estratégicas de drones de avanzada, guerra holográfica/ mediática y armamento refinado, que prueba su eficacia en la población indefensa, en infantes que recién se asoman a este mundo. No me quedan palabras, ni oraciones justas que describan totalmente el horror. Solo me queda crear este silencio gélido.

 

Fotodocumentación: Janet Toro
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