Desgarro

2024
En el terreno de la artista, Casablanca, chile
Gaze, alambre, ramas de espinos sobre parras

Observamos el infierno a diario, en la distancia mediática que nos envuelve. ¿Cuánto más debe ocurrir para que salgamos del letargo?, ¿Cuántos crímenes, cuántos destrozos deben suceder para que digamos ¡BASTA!?

No hay palabras posibles frente al genocidio, no hay frases oportunas que alcancen a dibujar el pavor y el dolor en la observación de las extremidades diseminadas, incrustadas en los vértices de los escombros.

Todo lo que alcanzo a decir es limitado, debido la magnitud del acontecimiento, que abre las vísceras en el cemento y revienta los ojos aterrados por la crueldad, desde el atlas del intervencionismo.

La vida de un recién nacido y de su madre deberían ser sagradas, pero en medio del horror de la masacre, es un desgarro infinito, un clamor incesante, que nos duele y nos consume en las rutinas cómodas de occidente.

Un réquiem por el exterminio. Un réquiem por el desastre, un réquiem por el derrumbe de la humanidad, un réquiem por los cuerpos lívidos, por los rostros en rictus congelados, atravesados por la barbarie en Gaza y en otras comarcas.

La oscuridad se cierne en las calles de Palestina, pero también en las calles del mundo, ¿Estamos ciegas, ciegos que no alcanzamos a ver la conexión de las fibras que nos unen? Ponemos el acento en la separación, en la distancia.

¿Cuántos gritos son lanzados al vacío entre las balas, cuántas gargantas sedientas, atiborradas de lodo, no pueden articular una letra, un gemido, y en esa mudez, sucumben, sin encontrar una respuesta, o un beso que les salve de la vorágine rapaz?

¿Cuántas manos se quedan crispadas en los vidrios rotos, que anteriormente eran ventanas de sus hogares, y hoy son los cuchillos punzantes del desalojo?

¿Cuántos torsos serán clavados en las baldosas de edificios desvencijados o en aceras incendiadas que trasmutaron abruptamente el paisaje para siempre?

¿Cuantas niñas /niños, ancianas, ancianos, adultos, adolescentes vagan heridos con rumbo al paredón urbano del éxodo y la aniquilación?

Las familias buscan a sus retoños extraviados, que cuelgan de un hilo en las azoteas tambaleantes. Atormentadas mujeres que han visto estallar sus vientres, por el dolor inconmensurable de las pérdidas rotundas, mientras clavan enloquecidas sus clamores en las nubes de fósforo blanco, que las marchitan y las marcan.

Laceradas las almas en un cielo que se quema, sin dios, sin ley, almas contraídas, rotas por la invasión sistemática. Bocas enmudecidas por el camuflaje del odio armamentista, ojos cegados, seres triturados por la glorificación psicótica de la guerra.

Matemática fúnebre del poder imperialista mundial, arrasar, extinguir cada célula humana, en cada metro cuadrado, negar todo gesto de vida de la otra etnia, de la otra raza, del otro credo, de la otra ideología, en territorios que sucumben por las condecoraciones ambiciosas y la bacanal del asesinato.

La destrucción todo lo inunda, los pájaros ya no cantan, se atoran con el polvo de los proyectiles, mientras vuelan las tazas, los cojines, las sillas rotas, las ropas por doquier...en un vaivén escalofriante, mezclado con brazos, uñas, cabellos, animales, plantas.

El escarnio no tiene fin, las atrocidades se multiplican sobre la nación ocupada, se envenenan las arterias, los músculos y la sangre con gases de laboratorios selectos. El holocausto contemporáneo gira y gira desbordado, triturando las flores amables del entendimiento. Las tinieblas transitan por la piel, y los cuerpos se descomponen, atropellados por algoritmos fatídicos.

La saliva ahora es escarlata y también las lágrimas, debido al padecimiento que va más allá del infinito. Las niñas y los niños han sido desflorados por miles de explosivos narcisistas. Los opresores aplauden la gran hazaña de la tecnología bélica, se toman selfies heroicas en patios ajenos, presumiendo la fuerza invencible del batallón fascista.

Miles huyen del terror de los colonizadores, a miles les han robado el agua, la tierra, sus casas, sus jardines, sus iglesias, sus libros, sus ollas, sus reliquias. Nunca más las estrellas serán la esperanza, se han disecado todas en la arena bestial del egoísmo. ¿Cómo revivir y salir de las cenizas? Mientras la ambición fractura colinas, hospitales y distorsiona cuerpos, cimentando la ruta de la dominación, brota la asfixia, la exclusión en el gueto de hierro que niega la luz solar.

Los huesos salen a la superficie cual ramas fósiles, los miembros fragmentados, sacados de su sitio, esparcidos como piedras, marcan el trayecto de la infamia.

No habrá primavera, todo se ha caído en el cadalso, cementerio de voces que nunca más hablarán de amor, ni de ternura. Corazones que estallan en las ecuaciones estratégicas de drones de avanzada y armamento refinado, quienes prueban su eficacia con escarnio, en la población indefensa.

No hay palabras justas, oraciones apropiadas, no hay letras que describan el profundo desgarro que se incrusta en la carne, queda un silencio atónito.


Ensayo sobre esta obra en el portal Ficcion de la razón de Aldo Bombardierre:

https://ficciondelarazon.org/2024/03/18/aldo-bombardiere-castro-participar-en-palestina-reflexiones-a-partir-de-desgarro-instalacion-artistica-de-janet-toro/

Fotodocumentación: Janet Toro
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