Desnudar lo habitable a la mirada escudriñadora, radiográfica de los espectadores, poniendo al alcance de sus manos cada uno de los objetos que yo uso a diario. Abrí los cajones, desempaqué las maletas, colgué de los muros de mi departamento todas mis pertenencias, desde lo más íntimo hasta lo más profano.
Aquí se manifiesta una ruptura del espacio privado / público y también del ámbito museal / galerístico, en el gesto radical de abrir la vivienda personal como lugar expositivo, a los transeúntes desconocidos, durante dos meses.
En una escena extrovertida se exponen aquellas cosas que transportamos de un lugar a otro, en un emigrar que parece no tener fin...como reflejo de los desplazamientos humanos mundiales.
¿Quiénes somos a través de las cosas que poseemos? ¿Qué historias guardan las cosas?
En lo tácito, lo diverso y extensivo de su capacidad ontológica. Un colorido múltiple, que llama desde todas las esquinas, rincones y que se hila con la mirada del espectador.
Una instalación que se constituye en espejo híbrido, que incita a los visitantes a dialogar con sus propios seres ocultos y los llama a traspasar una frontera que comúnmente está vedada, la otredad en su vida privada, con sus secretos, sus goces, sus miedos latentes....
Blusas, libros, cucharón, cojín, cepillo, zapato, llave, taza, pincel...Formas infinitas que se ensamblan como vivas esculturas, de la vida cotidiana de una mujer inmigrante.