Las palabras en cautiverio

2021
propia casa, Santiago, chile

Cuántas palabras hemos dejado detrás de la lengua, o se nos agolpan en las cuerdas vocales, cuántas palabras leemos a diario en los informativos, en las redes sociales, en los WhatsApp, en los diarios. Toda una trama de conceptos, mensajes, impresiones, noticias, anécdotas, sentimientos que nos desbordan.

La expresión cotidiana no alcanza para decir lo que ansiamos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que exigimos desde el interior del confinamiento. Son signos lingüísticos y emocionales que se quedan enredados al interior del hogar entre las sillas, la mesa, las cortinas, o se desvanecen en las murallas del encierro, en la monotonía o en el pragmatismo funcional, o en las infinitas coordenadas de internet.

Mis alas están amarradas, todos los proyectos urbanos que tenía se han esfumado, imposible hacer algo hoy, en la ciudad en medio del estado de excepción y sus castigos. Sin embargo, no puedo quedarme impávida frente a la realidad contundente. Cómo callar en este acontecer, en los vaivenes de un virus invasivo, las muertes, la sanación, el dolor, las injusticias, las esperanzas...?

Imagino innumerables cosas, decenas de ideas de hacer algo, de manifestarse y no dejar que esta pandemia y sus medidas restrictivas me hagan sucumbir en el silencio. Nada parece suficiente, nada calma mi pulsación contenida, mi necesidad de expresión.

Quiero que las emociones salgan afuera, que las palabras salten de su contexto íntimo, que se adhieran con tiza a los ladrillos exteriores del inmueble, una pizarra,...tantas voces que se expanden en su superficie rojiza.

La fachada de la casa que habito, es ahora una hoja expuesta, un poema arquitectónico, un tejido de trazos, una plegaria, un grito...

Fotodocumentación: Sven Hahne
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